Mila esker, Germán!

“No es para descansar, podría haber continuado, pero a mis 81 años sentía que era momento de mirar con otra visión mi vida, agradeciendo todo lo que había vivido hasta ese momento” explica el que hasta el pasado 1 de diciembre y durante los últimos 22 años ha sido el capellán de Policlínica Gipuzkoa.

Tras 22 años como capellán en Policlínica Gipuzkoa, Germán Arrizabalaga se ha jubilado el pasado 30 de noviembre. Y hemos estado charlando con él para que nos comparta cómo ha afrontado esta decisión y podemos confirmar que está sereno y que con su coherencia habitual atiende nuestra entrevista.

“Acabo de jubilarme y lo afronto con el convencimiento de que tenía que llegar un momento en que después de esos 22 años de entrega a la humanización de la Policlínica tenía que suavizar mi plan de vida” nos explica señalando que durante estos años ha vivido con una entrega total todos los días, las 24 horas pensando en Policlínica y “dándome enteramente al mundo del enfermo”.

Germán reconoce que “llegó un momento en que yo sentía la necesidad de abrir caminos para otros. No es para descansar, podría haber continuado, pero a mis 81 años sentía que era momento de mirar con otra visión mi vida, agradeciendo todo lo que había vivido hasta ese momento”.  

Sobre su dedicación plena a Policlínica Gipuzkoa durante todos estos años, afirma que “tengo la sensación de que en Policlínica veían lo que hacía, mi atadura, que he llevado con un gozo impresionante, pero a veces pienso que no han visto la renuncia que ha supuesto a disfrutar de pequeñas aficiones, pequeños gustos y que sin embargo por fidelidad, al estar sólo yo y no tener suplentes no he podido disfrutar, como las regatas,… Yo que soy tan deportista por ejemplo el otro día pude ver la Behobia por primera vez, pequeñas cositas a las que había renunciado por la entrega a los enfermos, pero con la satisfacción de que por esta entrega por los demás me he sentido muy afortunado, aunque sea con esas pequeñas renuncias”. 

Cuando se le pregunta por la creciente escalada anticlerical y si esto ha mermado la demanda de sus servicios por parte de los pacientes de Policlínica Gipuzkoa en los últimos años su respuesta es clara: “La presencia del capellán tiene que ser aquí y ahora, con el mundo que nos toca, con el mundo del enfermo, con su mentalidad y su forma de situarse ante la enfermedad. Ese es el mundo que le corresponde al capellán. Y yo ahí siempre he pensado que no estoy solo en esa misión, sino que estoy cubriendo la misión que yo he recibido de Jesús de Nazaret para imitar un poco lo que él hacía con el mundo del enfermo. Yo no he venido a salvar al enfermo, el que salva es AQUEL, con mayúscula. No he venido tampoco a ser representante del amor en la Policlínica, sino que soy y he sido un poco el efecto del amor del otro y con esa convicción, con esa seguridad, tampoco me ha importado que hayan sido pocos o muchos los que hayan pedido mis servicios. He intentando responder a la gente y he dado lo que creo que tengo que dar y que tiene que dar un capellán en ese mundo. Imitar a la presencia de Jesús, representar a la iglesia que quiere acoger el mundo del enfermo, el mundo del débil, y acompañar, intentando sanar y dar esperanza en los últimos momentos, con una sensación gratificante de cómo ha agradecido el enfermo que ha sido escuchado, atendido, acompañado y acogido, que ha sido para mí la gran satisfacción de estos 22 años. Esa experiencia gozosa de cómo me han aceptado. Es verdad que el secularismo, la increencia, la falta de religiosidad han influido mucho. Pero otra vez creo que hay un despertar. Se trata de colaborar cada uno con nuestras pobrezas y nuestras cualidades. Y nuestros enfermos nos lo agradecen mucho más de lo que nos creemos.

¿En estos años te has llevado sorpresas de gente que no tenía un perfil especialmente religioso y que en sus últimos momentos ha pedido hablar con el Capellán?.

Nosotros distinguimos perfectamente esto que la gente no es consciente, que es la parte religiosa y la parte espiritual, que no tiene por qué ser religiosa, que es de todo ser humano, que versa sobre el sentido de la vida, darle un poco de esperanza, acompañarle para tener una visión distinta de la enfermedad y del mundo que está viviendo, eso ha sido también una cosa muy positiva que hemos podido ofrecer en el mundo del enfermo. Esa necesidad de escucha de expresar su mundo interior que los médicos no atienden pero que el capellán sí tiene la experiencia y para mí ha sido una gran satisfacción y me consta que también para muchos enfermos. Esa capacidad de escucha con la sensación muchas veces de que uno no necesita decir nada, uno lo que tiene que hacer es acoger, escuchar, acompañar, empatizar y creo que de esta manera el enfermo se siente mucho mejor.

Muchos saben que en su niñez han recibido algo de ese espíritu religioso y ahora algo brota de nuevo en su interior, que quiere que se le escuche y está cambiando su modo de afrontar la vida, el futuro, la trascendencia, los miedos, …. Muchas experiencias que para mí ha resultado tremendamente gozosas.

¿Las personas que tienen fe afrontan la muerte con otra disposición y menos miedo?

Siempre digo que no atendemos a una enfermedad sino a una persona enferma, que es distinto, y los propios profesionales sanitarios son testigos cuando algunos pacientes afrontan su enfermedad desde la fe, por cómo está afrontando aquello ese paciente, con una experiencia de fe fuertísima, de afrontar con una paz, con una seguridad en sí mismo, con una trascendencia, y de una manera gratificante; eso es una experiencia que no se dan sólo en uno o dos. La fe ayuda un montón y ellos mismos lo dicen, yo no afrontaría esto así si no fuese creyente.

Para ti ha sido una cita fija muy importante la misa de los domingos a las 12

La capilla tiene que ser un foco de recuerdo, de referencia, de trascendencia, de cómo vivir la experiencia de la enfermedad. Algunos inconscientemente, otros sabiendo que allí hay un punto de referencia para vivir no solamente la enfermedad, sino también como profesionales para ayudar a los enfermos. Para mi resultaba muy gratificante, estar yo en el despacho, y saber que alguien estaba llorando en la capilla. Estaba viviendo la situación crítica de su enfermedad o de un familiar y saber que allí estaba consolándose y que había personas que decían si hay capilla yo voy a ir a la capilla y allí reforzaban su actitud ante la vida y ante la muerte, y ante la enfermedad que estaban viviendo. Yo he mantenido eso porque la eucaristía me parece que es el momento culminante para los creyentes, para afrontar la situación de la enfermedad de una manera mucho más digna, enriquecedora, con más esperanza y más gratificante. La capilla siempre ha estado abierta, nunca se ha cerrado, para que el mundo se diese cuenta…. y ahora mismo que alrededor hay un ritmo frenético de consultas, yo creo que la capilla tiene que permanecer porque me parece que es una bendición y un regalo, de cómo la trascendencia está trabajando ahí, en cada una de las personas a su manera.

Y ahora ¿dónde podremos seguirte o verte?

Ahora ha cambiado totalmente el programa de mi vida y estoy diciendo misa a grupos pequeños a las 10 de la mañana en la iglesia de los Carmelitas de San Sebastián. Yo ahora dependo de la Comunidad, abierto a las necesidades que puedan surgir. Y en principio mis primeros pasos en esta nueva vida van a ir por ahí.

De espaldas a Dios la enfermedad será un misterio que no podremos afrontarlo

Me gustaría expresar mi convencimiento de que en esta sociedad de increencia y de falta de religiosidad, sin Dios la vida no tiene sentido. Y de espaldas a Dios, la enfermedad será un misterio que no podremos afrontarlo. Sin Dios no estamos humanizando, sino que estamos deshumanizando la sociedad. A mí la fe me ha ayudado a humanizar y a enriquecer mi persona, pero también a enriquecer las personas de los demás. Así que espero que la Navidad sea un acercamiento a ese Dios que se ha hecho hombre en Jesús y que, aunque es un misterio, que intentemos al menos acoger ese misterio con humildad, que ya se encargará él de hacerse presente como buena noticia en cada uno de nosotros y en el mundo en que vivimos.