«El síndrome de COVID persistente afecta de forma muy intensa a la calidad de vida»

El coronavirus está dejando secuelas en pacientes que superan la enfermedad, pero que mantienen síntomas de origen neurológico durante meses.

La COVID-19 ha cambiado nuestras vidas. Es ya una evidencia. Tanto en nuestra forma de actuar y comportarnos como, en muchos casos, por las secuelas físicas que está dejando en pacientes que han superado la enfermedad inicialmente, pero que mantienen algunos síntomas meses después. Sólo en el País Vasco, cerca de 200.000 personas han pasado la infección, pero un 10% de todas ellas sufren «un síndrome de COVID persistente».

El neurólogo Juan Carlos Gómez, coordinador de la Unidad de Neurociencias Clínicas de Policlínica Gipuzkoa, advierte de una situación que viene arrastrándose desde hace un año y que afecta principalmente a mujeres menores de 55 años. Se trata de un problema que deriva en «síntomas de la esfera neurológica, tanto a nivel cognitivo, como afectación del sistema nervioso autónomo o fatiga», los cuales, además, «fluctúan» y, por tanto, «afectan de forma muy intensa a la calidad de vida de los pacientes».

Los casos comenzaron «hace un año, después de la primera ola, cuando empezamos a ver sanitarios que comenzaban a tener síntomas similares a los que sufrían los pacientes de fatiga crónica: cansancio, dificultad para concentrarse, taquicardias, trastornos del ritmo intestinal…», incluso casos de pacientes «con décimas de fiebre por las noches con PCR negativas». Síntomas que se han dilatado, puntualmente, de marzo de 2020 a marzo de 2021.

Es importante que la atención primaria conozca este problema, pero además hay que abordarlo desde la especialidad porque la mayoría de los síntomas son neurológicos

Superar esta sintomatología es el objetivo de la Unidad de Neurociencias Clínicas de Policlínica Gipuzkoa, que cuenta con la experiencia de otros síndromes como el de fatiga crónica, la encefalomielitis miálgica, que la Organización Mundial de la Salud denomina «fatiga posviral, es decir, que afectaba a pacientes que habían pasado infecciones como la mononucleosis infecciosa, pero también garrapatas, borrelia…» y que tienen síntomas similares a los de la COVID permanente.

Para el neurólogo Juan Carlos Gómez, «es importante tipificar bien a los pacientes, conocer cuáles son sus síntomas y definir el problema», pero, sobre todo, «atenderles en las fases precoces, que no se haga una bola de nieve y que se cronifique el problema». A partir de ahí es cuando toca «combinar tratamientos y tratar la causa, saber qué es lo que produce este síndrome». Uno de los tratamientos que mejores resultados está dando es el uso de los inmunomoduladores (corticoides).

La COVID persistente está afectando a mujeres con menos de 55 años. Lo vemos en menor medida en ancianos

El neurólogo destaca que «es importante que la atención primaria conozca este problema, pero además hay que abordarlo desde la especialidad porque la mayoría de los síntomas son neurológicos». En este sentido, «muchos síntomas tienen que ver con la afectación de fibras nerviosas que no hay que dejar que degeneren. Por eso es importante acudir a un especialista en este campo».

Un perfil inesperado

Lejos de lo que pudiera parecer, el perfil de pacientes de COVID persistente es el de «mujeres con menos de 55 años. Lo vemos en menor medida en ancianos». La fatiga se hace más evidente en este tipo de pacientes «con una reducción de la actividad física terrible, superior al 50% de lo que puede realizar».

Pero hay también quien sufre en otros ámbitos como el laboral. Pacientes que «no se pueden concentrar en sus actividades laborales, sobre todo cuando éstas están vinculadas a una carga intelectual». Y, por si fuera poco, se añaden «otros síntomas como el insomnio o las cefaleas». Problemas de todo tipo que dificultan una calidad de vida óptima y que requieren de estudio y tratamiento por parte de especialistas como los de la Unidad de Neurociencias Clínicas de Policlínica Gipuzkoa que coordina el neurólogo Juan Carlos Gómez.

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